martes, 6 de abril de 2021

Los viales de la esperanza

 Silvia Núñez Esquer | Hermosillo, Sonora | 6 de abril de 2021

Foto: Silvia Núñez Esquer

 La semana pasada visité el sitio donde aplicarían la vacuna contra el SARS-CoV-2 que produce el COVID-19 para saber en dónde es que tendríamos que acudir para recibir el biológico cuando nos toque, dada la ubicación de nuestras viviendas.

Lo visité a las dos de la tarde, hora en que la inicial de mi apellido marca el momento del día para cuando nos apliquen la vacuna.

Cuando lo vi me sorprendí por lo despejado y falto de sombra por todos lados. Una cuadra de instalaciones deportivas dentro de la colonia Las Lomas, en donde una pequeña oficina es el único oasis que cuenta con techo.

En una ciudad peleada con los árboles, lo único verde identificable en el lugar es el campo de futbol de pasto sintético. “Algunos van a desertar ante el agobio del calor”, pensé.

Me imaginé que cuando empezara el proceso de vacunación de adultos mayores sería muy difícil proporcionar sombra suficiente para el calor que producen los cuarenta y dos grados que empezaron a abrasar a Hermosillo desde la semana anterior.

“El sentido común no estuvo presente cuando eligieron este lugar como centro de vacunación” pensé al preguntarme: ¿por qué no siguieron la lógica de instalarlo en alguna escuela, que por lo general cuenta con un gran domo en la cancha central o patio del plantel?

Hoy martes 6 de abril, me presenté a la misma hora en el mismo lugar. Quería observar el proceso. Ver cómo era atendida la población vacunable. Deseaba intentar adivinar en su expresión, qué sentían y pensaban los hombres y mujeres mayores de 75 años cuando salían del proceso de vacunación que los protegerá de la infección grave por COVID-19.

Desde mi posición de observadora por fuera de la barda perimetral, lo que observé y escuché me sorprendió por lo equivocada que estaba en mis conjeturas de la semana pasada.

 Adultas y adultos desfilaron frente a mis ojos sin necesidad de hacer fila, desde el carro que los trasladó hasta la puerta en donde el equipo de voluntarios y personal de vacunación los recibían no solo en forma amable, sino con un gran entusiasmo como si fuera el primero que llegaba, cada uno de ellos.

“Pásele, pásele a vacunarse” le decía un voluntario a la señora o señor a quien se acercaba para abrirle la puerta del carro y ayudarle a bajar, aún si venía acompañado por algún familiar.

Foto: Silvia Núñez Esquer

Y es que en Las Lomas el reconocimiento sin duda se lo llevan las y los voluntarios. Algunos jóvenes, otros no tantos, entusiastas, actuando con vigor mientras asisten e informan a quienes se presentan a ser vacunados.

No hay aglomeración. Los cuatro pasos están debidamente señalados, así como las personas que atienden en cada uno de ellos.  Los vacunantes no requieren hacer fila, se bajan del carro y cruzan la puerta después de responder algunas preguntas de rigor sobre su estado de salud.

Los voluntarios no pierden tiempo, siempre pendientes del paso que les corresponde atender. “Venga por acá, yo la conduzco”, informan mientras acompañan a las personas que por lo general caminan lento, si no es que apoyados en algún aparato.

Observamos que cada carro que se estaciona frente a la puerta del Centro CAFP Las Lomas, abre la puerta y deja ver a alguna mujer u hombre que requiere asistencia. Alguien baja apurado del vehículo y saca de la cajuela la silla de ruedas, la andadera, el bastón con asiento, o simplemente el bastón que trae consigo la o el adulto a vacunar.

Los voluntarios sustituyen al familiar, mientras éste estaciona el carro y regresa para hacerse cargo del acompañamiento. Vimos escenas repetidas de jóvenes que acudían para traer a sus abuelas o abuelos, padres, o tías, como escuchamos fue un caso.

Muchas personas acudían solo para pedir información. “A mi esposo le toca el jueves, ¿Puedo venir con él y vacunarme entonces?”, “Me vacuné en Tecoripa, pero me falta la segunda dosis, ¿me pueden vacunar aquí?”, “Por la sección de mi credencial me toca en otra colonia, pero ya tengo tiempo viviendo aquí, ¿puedo vacunarme en este lugar?”, y para todas y todos una respuesta puntual, rápida, precisa.

Personal de la Guardia Nacional, Cruz Roja, voluntarios y personal de vacunación formando parte de la brigada organizada por Bienestar Sonora se coordinan de inmejorable manera para dar fluidez que permite que la gente salga rápido de ahí.

De repente, una camioneta se estaciona frente a la entrada, se baja personal del IMSS a juzgar por su uniforme blanco con chaleco verde. Son dos mujeres que caminan apuradas hacia adentro, mientras una de ellas porta una hielera azul con tapadera blanca en la que suponemos portan más dosis de vacunas.

Sus movimientos son muy rápidos, nadie las intercepta, como si fuera una operación ya conocida. En menos de tres minutos las mujeres del chaleco verde salen con la hielera, suben apuradas a la camioneta que arranca de inmediato.

Durante el tiempo de mi observación, la Doctora Zulema Palafox es la encargada de inciar el triage con las preguntas básicas: “¿En los últimos 15 días ha tenido fiebre, dolor de cuerpo, dolor de cabeza, tos, diarrea o vómito?”, “¿ya le pegó COVID?”, “¿estuvo hospitalizada?”, “¿recibió alguna vacuna… influenza, en los últimos quince días?”, ante las respuestas negativas, procede a anunciar: “muy bien, le voy a tomar la temperatura”. 

Foto: Silvia Núñez Esquer

 Luego de comprobar que no excede lo normal, señalando con su brazo extendido hacia la siguiente mesa, indica: “Pásele por favor con la señorita”, en donde empieza el proceso individual de vacunación.

Al final, en el punto 4, la observación de posibles reacciones, vemos el techo de lona que protege del sol en una pequeña cancha que la semana anterior vimos como una plancha caliente que seguramente estaría ardiendo a las dos de la tarde, pero que, ante el viento moderado que corría y la amplia sombra que instalaron, brindaban un ambiente agradable que era observado desde afuera por los familiares que los esperaban para regresarlos a sus casas.

Nietas y nietos, hijas e hijos, sobrinas, sobrinos se convirtieron en los cuidadores y acompañantes de las y los adultos mayores que hoy empezaron a vacunarse.

Ternura, satisfacción, sonrisas, y paciencia, es lo que observamos en el punto de vacunación donde los viales de la esperanza aguardaban para que sus contenidos fueran inoculados en sus destinatarios. Ojalá así continúe.

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