“¿Es de tu amiga la fea?”, dijo el niño para referirse a la máquina de hacer burbujas de mi hija. “No quiero jugar con ustedes. Las mujeres son tontas” continúo, no sin antes dar un empujón a una de las niñas que le invitaba a jugar, y concluyó: “Los hombres siempre somos más inteligentes que las mujeres y hacemos más cosas, como fumar y tomar cerveza”. Yo no salía de mi asombro. Sin esperarlo la salida al parque se convirtió en un ejercicio de observación sumamente interesante. Mi vecino de escasos siete años mostró un comportamiento francamente misógino. No puede evitar imaginarlo a la vuelta de unos años ebrio y violentando a su esposa o a cualquier mujer con que conviva.
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